Paredes.

No es fácil ser una pared. Las paredes sufren. Las pegamos cosas, las agujereamos, las pintamos, las golpeamos e incluso las tiramos si estorban, y por si fuera poco tienen que soportar la carga del edificio. Tienen que ser capaces de aguantar el peso de la sociedad en su sentido más amplio, y aún así las despreciamos. No nos gustan las paredes, siempre queremos cambiarlas, o colgar adornos de ellas porque no son de nuestro agrado, o simplemente porque no congenian con nuestra forma de ser. También podemos pintarlas, porque así se verán bonitas. ¿Cómo se sentiría una pared si tuviese consciencia? Seguro que no muy bien. Probablemente nunca se consideraría suficientemente buena para nadie. Puede ser que se sintiese sosa, fea, inútil e incluso utilizada hasta la saciedad. Por todo ello emito mi más sincero reconocimiento a la que ha sido mi pared durante casi once meses. Por haber inspirado en mí momentos de reflexión. Gracias



Y bien, ¿tiene algo que ver el trato que recibe una pared con el que pueda recibir una mujer en pleno siglo XXI? Lee de nuevo y reflexiona.



-Alberto Acebes.