La realidad se consigue ver a hostias

A ver malparides, primero que todo mi cabello es real, y mis brazos, y mi culo, y mis tetas, y mi cara.

No sé en qué jodido mundo de croma o dibujos animados viviréis vosotres pero por lo menos aquí, en el mundo terrenal, estamos constituides en la tercera (o cuarta, no soy ingeniera cuántica de esas) dimensión y, por ende, existimos como entes corpóreos.

No tengo jodida idea de cómo es una mujer imaginaria ni si tenéis algún trastorno psicótico aparte de la sociopatía en la que os educa el patriarcado. Tanto cuerpos como mentes en su enorme diversidad son reales, a no ser que con real os refiráis a ser de la realeza, que entonces valiente mierda de comunistas transgresores que sois si queréis cánones basados en un sistema opresor tal como es la monarquía (chiste malo, equisdé).

Aquí lo único falso es la idea de que se pueden estandarizar unas medidas (más grandes o más pequeñas, la opresión es la misma) cuando la genética y la constitución de el individuo es algo tan azaroso y abstracto que no puede estudiarse, ni clonarse, ni podemos marginar a un colectivo por meras características físicas.

Dejad de tocarme los ovarios y ubicáos, monogrilles.