14 millones de gritos


Vivimos en una sociedad patriarcal. Esto significa que existe una desigualdad social entre hombres y mujeres a favor de los hombres. A día de hoy, se ha intentado numerosas veces cambiar esto por parte de les feministas, pero a pesar de haber conseguido ciertos derechos, la realidad es que aún no lo hemos destruido. Tenemos ejemplos claros, en el día a día, de esta desigualdad: desde llamar puta a aquella que disfruta de su libertad sexual hasta a aquella que muere a manos de su pareja. Esto es algo habitual en occidente, que vemos todos los días y que nos parece hasta normal. En otras zonas del mundo, la cosa no se queda aquí. Como en occidente, los hombres creen ser nuestros dueños, pero en otras partes del mundo esto llega a límites que ni imaginamos. Hablo de las niñas que son usadas como mercancía por sus padres, como objetos de compra y venta. Estas niñas son casadas a una temprana edad, sin tener el derecho a elegir a su marido, sin saber siquiera que es estar enamorada, y que además son obligadas a casarse con hombres que podrían ser sus abuelos.
Pasar de niña a mujer en apenas un segundo. Perder la inocencia en apenas dos. Estas cosas suceden día a día. Estas niñas son separadas de sus familias, obligadas a vivir con un desconocido que la obligará a mantener relaciones sexuales, quizá, sin que hayan tenido por primera vez su primera regla. En occidente, vivimos felices sin ver el sufrimiento de estas niñas, sin escuchar sus gritos. Creyendo que nosotros nos salvamos de estas salvajadas. Creyendo que nuestro machismo ya no existe, y que si queda, son casos puntuales.
¿Realmente es así? ¿Realmente no hay machismo en occidente? Mentira. Día a día observo el machismo en mi entorno. En mis amigos y amigas, en mi familia, en mis profesores, en mi instituto, en mi calle, en internet. Hablo de cosas que nos parecen normales, hablo de que yo tenga que depilarme porque si no sería una guarra y de que mis amigos, no tengan que hacerlo. Hablo de que yo tenga que maquillarme para estar guapa, hablo de que yo tengo que estar guapa porque como mujer, si no soy guapa, no soy nada. Hablo de que soy bombardeada día a día con estereotipos de mujer delgada e insultada por estar gorda (o muy delgada). Hablo también de que para mucha gente, mi único objetivo es encontrar un buen marido, tener hijos y cuidar de ellos y de mi casa. Hablo de que muchas mujeres trabajadoras cobran menos que sus compañeros hombres por realizar el mismo trabajo.

Hablo del culpable de que estas pobres niñas pierdan su inocencia  sin su permiso, sin ellas quererlo. Hablo del culpable de su sufrimiento, hablo de quien le otorgó el poder a un hombre hace siglos y todavía no hemos conseguido destruirlo. Y no, no hablo del Islam, “esa religión machista” como se cree en occidente. El Islam no es machista, al igual que tampoco lo es el Cristianismo, han sido machistas las personas quienes han cogido estas religiones y les han dado otro significado. Y el único culpable de todo este sufrimiento, tanto nuestro en occidente, como el de estas niñas y el resto de mujeres del mundo, es el patriarcado